
El Pajarito y el Viento Amigo



Pip era un pequeño pajarito con plumas doradas que vivía en un nido acogedor en lo alto de un árbol. A pesar de ser curioso y adorar observar el mundo a su alrededor, había algo que lo inquietaba: tenía mucho miedo de volar alto. Siempre que el viento soplaba más fuerte, Pip se escondía en su nido, temblando de preocupación. “¿Y si el viento me derriba?”, pensaba.
Una mañana soleada, mientras Pip espiaba las hojas balanceándose al viento, una brisa suave pasó por él y, de repente, el viento habló: “Pip, ¿por qué tienes tanto miedo de mí?” Sorprendido, el pajarito balbuceó: “Eres muy fuerte, y yo soy pequeño. Tengo miedo de caer si me empujas.”
El viento, con un tono gentil, respondió: “No quiero hacerte daño, Pip. En realidad, puedo ser tu amigo. Si confías en mí, te ayudaré a volar más lejos y más rápido de lo que jamás imaginaste.”
Pip pensó por un momento. Siempre había querido saber cómo era volar por encima de los árboles y ver el mundo desde otra perspectiva. Con un suspiro profundo, Pip decidió intentarlo. “Está bien, viento. Confío en ti.” Lentamente, abrió sus alas, sintiendo el viento pasar por ellas. “Estoy listo”, dijo, aún un poco nervioso.
Con delicadeza, el viento comenzó a soplar, elevando a Pip por encima de las ramas. Al principio, el pajarito estaba tenso, pero pronto sintió la brisa suave que lo llevaba. Comenzó a relajarse y a batir sus alas con confianza. En poco tiempo, Pip estaba volando alto, por encima de los árboles, viendo el cielo azul infinito y los campos verdes abajo.
“¡Esto es increíble!”, exclamó Pip, sintiendo una libertad que nunca había experimentado antes. Voló en círculos, hizo piruetas e incluso se deslizó en las corrientes de aire. “¡Tú puedes, Pip!”, dijo el viento, animándolo. Pip rió, sintiéndose más vivo que nunca.
Desde aquel día, Pip y el viento se convirtieron en mejores amigos. Juntos, exploraron el cielo, volando sobre ríos, montañas y bosques. Pip nunca más tuvo miedo de volar alto, pues sabía que, con el viento a su lado, siempre estaría seguro. Aprendió que el coraje no es la ausencia de miedo, sino confiar y dar el primer paso, o, en su caso, el primer vuelo.