Pipo, un pequeño pingüino curioso, vivía en un iceberg en el Polo Sur. Le encantaba explorar los alrededores, deslizarse en el hielo y jugar con los copos de nieve. Un día, durante uno de sus paseos, algo llamó su atención. Un brillo intenso provenía de una pequeña grieta en el hielo. Al acercarse, vio una estrella brillante atrapada en el hielo.

“¿De dónde vienes?”, preguntó Pipo, maravillado con la luz que emitía. La estrella, con una voz dulce y calmada, respondió: “Del cielo. Caí aquí y no puedo regresar.”

Pipo se determinó a ayudar. Intentó empujar la estrella con sus pequeñas alas, pero no se movió. Llamó a sus amigos pingüinos para ayudar. Juntos, empujaron, tiraron e incluso cantaron para animar a la estrella, pero seguía atrapada.

Pensando en una solución, Pipo tuvo una idea: “¿Y si el viento nos ayuda?” Subió a una montaña de hielo y gritó: “¡Viento! ¡Te necesitamos!”

El viento, que le gustaba jugar con los pingüinos, apareció y sopló con fuerza. La estrella se balanceó un poco, pero aún era muy pesada para ser llevada de vuelta al cielo.

Fue entonces que un grupo de ballenas, que descansaba cerca del iceberg, escuchó la conversación. La líder de las ballenas, una grande y sabia llamada Marisa, dijo: “Podemos ayudar. Intentemos lanzar la estrella de vuelta al cielo.”

Los pingüinos y las ballenas trabajaron juntos. Las ballenas formaron una fila, se sumergieron profundamente y, con un gran salto, lanzaron la estrella hacia el cielo. Todos observaron mientras la estrella subía, cada vez más alto, hasta encontrar su lugar entre las otras en el firmamento.

De vuelta en el iceberg, Pipo miró el cielo estrellado y sonrió. “Aunque seamos pequeños, con la ayuda de los amigos, podemos hacer cosas increíbles”, dijo él.

La estrella, ahora en el cielo, brillaba aún más fuerte, como si agradeciera por toda la ayuda. Pipo y sus amigos pasaron la noche celebrando, contando historias sobre la gran aventura y soñando con las próximas.