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La Conejita y la Cesta de Fresas

La Conejita y la Cesta de Fresas

categoryLargos
personDesconhecido
calendar_today01/01/2020
text_fields362
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Lili era una conejita muy alegre que vivía en un claro floreado del bosque. Un día, decidió recoger fresas para su familia. Con su cesto de mimbre, saltó de arbusto en arbusto, eligiendo las fresas más rojas y jugosas que encontraba. Cuando el cesto estaba lleno, Lili lo miró con orgullo. “¡A mi familia le encantará!”, pensó.

En el camino de regreso a casa, Lili encontró a su amigo, la ardilla Tito. Estaba sentado bajo un árbol, con una expresión hambrienta. “Hola, Tito, ¿qué ha pasado?”, preguntó Lili. “No encontré ninguna nuez hoy y tengo mucha hambre”, respondió Tito. Sin pensarlo dos veces, Lili tomó algunas fresas de su cesto y se las ofreció a la ardilla. “Aquí, ¡prueba! Son deliciosas.” Tito agradeció con una sonrisa y comió las fresas, sintiéndose revitalizado.

Más adelante, Lili vio un pajarito en una rama baja. Parecía triste, con las alas caídas. “¿Qué ocurre, Pipo?”, le preguntó. “Perdí mi canción hoy... No tengo ánimo para cantar”, dijo el pajarito. Lili pensó en cómo podría animarlo y le ofreció algunas fresas. “Prueba estas. ¡Son dulces como tu música!” Pipo probó y pronto comenzó a tararear una melodía alegre. “¡Gracias, Lili! Me hiciste sentir mejor.”

Al acercarse a casa, Lili encontró a la tortuga Juju, que caminaba despacio con una mirada cansada. “¡Juju, pareces exhausta!”, dijo Lili. “Estoy regresando de una larga caminata y mis pies están doloridos”, respondió la tortuga. Lili sonrió y dio las últimas fresas de su cesto a Juju. “Come, ¡te darán energía!” Juju comió despacio y agradeció calurosamente: “Eres muy amable, Lili.”

Cuando Lili finalmente llegó a casa, se dio cuenta de que su cesto estaba casi vacío. Un poco preocupada, entró en la cocina y fue sorprendida por un delicioso aroma. Sobre la mesa, había un pastel de zanahoria esponjoso y dorado, hecho por su madre. “Lili, este pastel es para ti, como agradecimiento por ser siempre tan generosa”, dijo su madre.

Lili sonrió, sintiendo su corazón cálido. Ese día, aprendió que compartir trae alegría y que los gestos de bondad siempre regresan de maneras inesperadas. Desde entonces, Lili nunca dudó en compartir lo que tenía, sabiendo que la felicidad compartida es el mayor regalo de todos.