
La Estrellita y el Deseo Perdido



Brilla era una pequeña estrella centelleante que vivía en el cielo nocturno, rodeada de miles de otras estrellas. Su brillo era especial, ya que tenía la habilidad de escuchar los deseos hechos por los niños. Cada vez que un niño pedía un deseo al mirar al cielo, Brilla se esforzaba por enviar un poco de magia y felicidad para cumplirlo. Le encantaba traer alegría a los pequeños soñadores.
Una noche, mientras iluminaba el cielo con su suave resplandor, Brilla notó algo extraño. Un deseo estaba atrapado en una nube oscura y no podía llegar a ella. “¡Qué extraño!”, pensó Brilla. Curiosa y preocupada, decidió hacer algo que nunca había hecho antes: descender a la Tierra para descubrir qué estaba pasando.
Flotando suavemente, Brilla bajó hasta un pequeño pueblo, donde encontró a un niño llamado Pedro. Estaba sentado en un campo, mirando al cielo con ojos tristes. “¿Estás bien?”, preguntó Brilla, posándose a su lado. Sorprendido, Pedro respondió: “Hice un deseo, pero creo que nadie lo escuchó.”
“Lo escuché”, dijo Brilla con una sonrisa brillante. “Tu deseo llegó a mí, pero quedó atrapado en una nube. ¿Cuál fue tu deseo?” Pedro suspiró y respondió: “Deseé tener un amigo. A veces, me siento solo.”
Brilla sintió su corazón calentarse. Sonrió y dijo: “Tu deseo es hermoso, Pedro. ¿Y sabes qué? ¡Yo seré tu amiga!” El rostro de Pedro se iluminó de felicidad. “¿Vas a ser mi amiga? ¿Aunque seas una estrella?” Brilla rió suavemente. “¡Sí! Los amigos no necesitan ser iguales. Solo necesitan estar presentes el uno para el otro.”
Esa noche, Brilla y Pedro jugaron y rieron juntos. Corrieron por el campo, inventaron historias y observaron las constelaciones en el cielo. Pedro nunca se había sentido tan feliz. Cuando el amanecer comenzó a colorear el horizonte, Brilla supo que era hora de regresar al cielo.
Antes de partir, dijo: “Pedro, cada vez que mires las estrellas, recuerda que nunca estás solo. Estaré brillando allá arriba, animándote.” Pedro saludó, sonriendo, mientras Brilla ascendía de nuevo al cielo.
Desde ese día, Pedro nunca más se sintió solo. Cada noche, miraba al cielo y encontraba a Brilla, brillando más fuerte que nunca. Sabía que, aunque a la distancia, su amiga siempre estaba con él, iluminando sus sueños y calentando su corazón.