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La Mariposa que Quería Pintar

La Mariposa que Quería Pintar

categoryLargos
personDesconhecido
calendar_today01/01/2020
text_fields391
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Lila era una mariposa curiosa y encantada por los colores a su alrededor. Pasaba horas volando por el campo, admirando las flores rojas, amarillas y azules que se mecían con el viento. Un día, después de una lluvia de verano, Lila vio algo increíble: un arcoíris que pintaba el cielo con sus colores vibrantes. Fascinada, tuvo una idea: “¿Y si pudiera crear algo tan bonito como eso?”

Decidida, Lila quiso aprender a pintar. Primero, pidió ayuda al viento. “Tú esparces el polen y creas dibujos increíbles en el aire. ¿Puedes enseñarme?” El viento respondió: “Puedo inspirarte, pero la creatividad debe venir de ti.” Lila agradeció y fue hacia los pájaros, que cantaban dulces melodías en los árboles. “¿Pueden ayudarme?”, preguntó. “Canta mientras creas”, dijeron los pájaros. “La música hará tu arte aún más especial.”

Con estos consejos, Lila comenzó su viaje artístico. Sumergía sus alas coloridas en el polen de las flores y tocaba suavemente los pétalos, hojas e incluso piedras. Al principio, los dibujos eran simples, pero con el tiempo, Lila aprendió a mezclar los colores de sus alas con el entorno, creando patrones únicos y llenos de vida. Pronto, el bosque estaba lleno de pequeños cuadros naturales que encantaban a todos los animales.

Las ardillas se detenían para admirar las hojas pintadas, las abejas danzaban alrededor de las flores decoradas, e incluso la tortuga, que rara vez se impresionaba, eió una piedra brillantemente decorada. Lila se puso muy feliz al ver la alegría que traía su arte.

Pero un día, una fuerte lluvia cayó sobre el bosque. Cuando el sol volvió a brillar, Lila se dio cuenta de que muchas de sus obras habían desaparecido. Triste, se posó en una piedra mojada, preguntándose si valía la pena seguir pintando.

Fue entonces cuando el viento regresó y dijo: “Lila, tu arte puede desaparecer, pero la felicidad que trajiste quedará para siempre.” Lila miró a su alrededor y vio a los animales todavía sonriendo, recordando los colores y formas que había creado. Ella también sonrió y entendió que lo más importante no era la duración de su arte, sino el encanto que provocaba.

Desde entonces, Lila continuó pintando. No para durar, sino para esparcir alegría y hacer del bosque un lugar aún más mágico. Y siempre que el arcoíris aparecía en el cielo, Lila sentía una inspiración especial, sabiendo que su arte tocaba el corazón de todos.