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La Tortuga que Descubrió la Luna

La Tortuga que Descubrió la Luna

categoryLargos
personDesconhecido
calendar_today01/01/2020
text_fields421
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En un lago tranquilo, rodeado de altos árboles y flores coloridas, vivía una tortuga llamada Luna. Desde pequeña, escuchaba a los animales del bosque comentar lo bonito y especial que era su nombre, pero nunca entendía por qué había recibido ese nombre. Un día, al caer la noche, mientras descansaba en la orilla del lago, Luna notó algo diferente en el agua.

Había un brillo plateado bailando suavemente en la superficie del lago. Curiosa, levantó los ojos y vio, por primera vez, la luna en el cielo. Era enorme, redonda y luminosa. Encantada, Luna sintió su corazón latir más rápido. “¡Ahora entiendo por qué me llaman Luna!”, pensó. Inspirada por ese descubrimiento, decidió: “¡Necesito tocar la luna en el cielo!”

Luna contó su plan a sus mejores amigos: el conejo, el pato y el pez. “¿Cómo puedo alcanzar la luna?” preguntó, llena de esperanza. El pez, nadando alegremente, sugirió: “¡Yo te empujo desde el agua! Con mi fuerza, podrás saltar muy alto!” Animada, Luna lo intentó. El pez empujó con todas sus fuerzas, pero Luna solo ró dar un pequeño salto, apenas tocando la superficie del lago.

Después, el pato, batiendo sus alas, dijo: “¡Te ayudo a volar! ¡Intentémoslo juntos!” Intentó levantar a Luna del suelo, pero era muy pesada para sus frágiles alas. Luna suspiró, desanimada, hasta que el conejo, con su inteligencia, tuvo una idea brillante. “¡Vamos a escalar la gran roca en la orilla del lago! Desde allí arriba, estarás muy cerca del cielo.”

Todos trabajaron juntos. Primero, el pez ayudó a Luna a cruzar el agua hasta la orilla. Luego, el pato la empujó cuidadosamente con sus alas, y el conejo guió al grupo hasta la cima de la gran roca. Allí arriba, Luna respiró hondo y estiró su cuello al máximo que pudo. Al mirar hacia abajo, vio algo mágico: el reflejo de la luna brillando en el agua. Con un suave toque de su pata, Luna exclamó: “¡Lo ré! ¡Toqué la luna!”

Sus amigos celebraron, aplaudiendo y riendo de alegría. En el cielo, la luna parecía sonreírles, iluminando el lago con aún más brillo. Luna se dio cuenta de que no necesitaba alcanzar el cielo para ser especial. Ya era única tal como era, con amigos maravillosos a su lado.

Desde ese día, Luna nunca más deseó alcanzar el cielo. En lugar de eso, aprendió a apreciar su propia luz y la belleza que ya existía a su alrededor. Y todas las noches, al mirar el reflejo de la luna en el lago, sonreía, sintiéndose la tortuga más especial del mundo.